viernes, 25 de julio de 2008

sentimos con el corazon?

Sumerios, egipcios, hindúes, celtas, hebreos, chinos, griegos, romanos y después los cristianos hicieron del corazón el centro de las emociones, el valor, la bondad y las virtudes.

¿Por qué asociamos corazón y sentimientos?

Una leyenda de los mapuches de Chile narra que un genio maléfico, Pillán, impedía a los habitantes de las inmediaciones del volcán Osorno cultivar sus campos, lanzando lava y cenizas y haciendo temblar la tierra. Un día, un misterioso anciano les ordenó sacrificar a la más hermosa virgen, arrancarle el corazón y enterrarlo bajo una rama de canelo, el árbol sagrado de los mapuches. La leyenda prosigue que la virgen pidió morir en un lecho de flores y que, cuando su corazón fue enterrado bajo el canelo, apareció un cóndor que comió el corazón y llevó la rama hasta el cráter del Osorno, donde lo dejó caer. Entonces nevó durante semanas, Pillán no pudo salir nunca más del cráter, y la nieve derretida formó los lagos de Llanquihue, Todos los Santos y Chapo.

Tenochtitlan era el corazón del imperio azteca. Numerosos dioses protegían la ciudad, y para asegurar su benevolencia, los sacerdotes abrían el pecho de las víctimas propiciatorias con cuchillos de obsidiana y ofrecían a los cielos -como los mapuches al Osorno- la sangre y los corazones aún palpitantes, la fuente de la vida, lo más valioso del ser humano.

HISTORIAS MILENARIAS Y RETORICA GRIEGA

Cuando la humanidad comenzó a buscar el lugar donde se aloja el alma se fijó sobre todo en el cerebro y el corazón. Los griegos, creadores de la retórica, pasaron siglos debatiendo el asunto de la ubicación del alma y los sentimientos. Platón apostaba por dos almas, una de las cuales, inmortal, residía en la cabeza, y la otra, mortal, habitaba el corazón y albergaba los sentimientos. Aristóteles optó por un solo lugar para las dos almas: el corazón.

Mientras los filósofos debatían, el dios Eros disparaba flechas a los corazones de los hombres y las mujeres. Unas flechas eran de oro y hacían nacer el amor a primera vista, otras eran de plomo y provocaban la indiferencia. Eros pasó a Roma, cambió su nombre por el de Cupido, y siguió disparando flechas. Y así, los humanos, al igual que ahora, sentían latir su corazón desbocado ante la presencia del ser amado. Un corazón que además es rojo, el color de la pasión y la vida.

LOS CORAZONES Y EL CRISTIANISMO

Hay corazones de oro, de piedra, de león, de color negro, grandes, bondadosos, valientes, mezquinos, encogidos, henchidos de alegría, saltarines… Corazones, en resumen, que encarnan lo mejor y lo peor del ser humano. Por ello, cuando el cristianismo irrumpió imparable en el imperio romano, el símbolo de la cruz vino acompañado por el del corazón de Cristo.

El Sagrado Corazón de Jesús es hoy una de las imágenes más veneradas en el mundo cristiano, al igual que el Dulce Corazón de María y la Virgen de los Dolores, cuyo corazón está atravesado por puñales y espadas. Amor, corazón y religión unidos siempre. “El amor es el corazón de la vida cristiana”, afirmó en una reciente exhortación a los jóvenes el papa Benedicto XVI.

¿EXISTE BASE CIENTIFICA?

El corazón se ha convertido en motivo recurrente de poetas de todos los tiempos, de trovadores, de cantantes. El corazón llena los escaparates el día de San Valentín, y su representación, como símbolo de amor, es desde hace mucho tiempo parte de nuestra cultura.

Pero ¿existe base científica que sustente esta tradición milenaria de unir corazón y sentimientos? El gran pensador francés del siglo XVII Blaise Pascal afirmaba que “el corazón tiene razones que la razón no conoce”, y los intentos de “racionalizar” los vínculos entre corazón y sentimientos están aún como en tiempos de Platón y Aristóteles: los científicos no se ponen de acuerdo.

La ciencia cada vez se decanta más por una relación directa entre el estado de ánimo de una persona y las repercusiones en su salud física. Un número importante de dolencias cardíacas tienen su origen en el estrés, la ansiedad y una actitud negativa ante la vida, lo que incide en el funcionamiento del corazón

Muchas religiones y corrientes filosóficas recomiendan momentos de relajación y recogimiento, bien sea a través de la oración o de la meditación. Estos momentos ayudan a ralentizar la respiración y librar la mente de tensiones, con lo que se disminuye el ritmo cardíaco y con ello mejora la salud del corazón.

Los latidos de ese órgano que hemos querido convertir en morada de nuestros sentimientos son los que sirven de barómetro de los estados de ánimo, de la felicidad y la tristeza, del miedo y la alegría.

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